ARTÍCULO DE MARÍA LUISA MOREO (SEÑOR LOBO & FRIENDS) / Si somos optimistas, podríamos decir que la sociedad de la información vive su momento de oro. Nunca antes hemos tenido al alcance de nuestra mano mayor libertad para poder elegir qué leemos ni mayor cantidad de información para elegir.
Por María Luisa Moreo, directora general de Señor Lobo & Friends / 18 de mayo de 2021
Es una obviedad que el desarrollo de internet y de las redes sociales ha conseguido que tengamos a nuestra disposición una gran biblioteca abierta las 24 horas del día en cualquier lugar del mundo. Es un éxito rotundo del que, sin duda, hay que felicitarse.
Esto es absolutamente cierto, por suerte, porque no olvidemos que hay países donde aún existe la censura. Pero no es menos cierto que la sociedad de la información se muere de éxito, y que bien podríamos plantearnos si lo que nos llega es información o “desinformación”.
Tomemos un ejemplo que, por su trascendencia, a nadie deja indiferente. Me refiero a la comunicación sobre la pandemia mundial de Covid-19. Basta echar un vistazo a lo que se ha venido publicando en el último año para encontrar un sinfín de bulos, mentiras y teorías de la conspiración por doquier. Por citar sola una: que estaban vacunando a los ancianos no para curarlos, sino para quitárnoslos de en medio y ahorrar en sus pensiones. Y como esta, unas cuantas más, con las que nos daría para llenar diversos volúmenes en papel.
Vivimos en un campo de minas donde, paradójicamente, esta desinformación se ha convertido en la reina de la información en todos los formatos y en todos los canales, desde el oculto e incontrolable WhatsApp hasta YouTube. Todos sabemos ya que el contenido en vídeo prima sobre la palabra. Las Fake News son, por tanto, el pan nuestro de cada día.
En medio de estas pandemias, la de la Covid-19 y la de las Fake News, tampoco ayuda apelar a la calma, en lugar de seguir las pautas básicas de la comunicación de crisis.
De Astra Zeneca a Jansen, o cómo crear incertidumbre gratuita
Como señala el periodista Luis Serrano en su cuenta de Twitter, “escuchar a varios responsables políticos intentando neutralizar la crisis de la segunda dosis de Astra Zeneca haciendo una llamada a la tranquilidad es un craso error comunicativo”. Cuando pedimos a alguien tranquilidad en una situación estresante, lo que vamos a conseguir es lo contrario. Dicho de otro modo, si me piden que me tranquilice, es porque la situación es grave. Para ejemplo, nos sirve cualquier incendio forestal. La tranquilidad hay que ganársela con una comunicación transparente que genere certidumbre mediante el uso de información verificada, evidencia científica y un mensaje único. Decir una cosa y la contraria es más una estrategia (improvisada o no) de desinformación.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) predica en el desierto, para regocijo de la desinformación y desesperación de los verificadores.
En el mundo de la sociedad de la información donde vivimos, reina el caos de la desinformación, en perjuicio de la credibilidad. Si volvemos al ejemplo de las vacunas contra el coronavirus y a la información que nos llega sobre un tema tan grave, creo que no es difícil llegar a la conclusión de que nos haría mejor seguir a las fuentes oficiales, como la OMS, en lugar de a estos grupos de WhatsApp donde todos tenemos un amigo o un vecino que lo sabe todo.
Para hacernos una idea de cuán grave ha sido la información basta un dato: la responsable técnica de la OMS, Maria Van Kerkhove, ha tenido que solicitar una “verificación de la realidad” sobre el estado de la pandemia de Covid-19. Además, ha señalado que “se necesita un enfoque coherente, coordinado e integral”. También el investigador experto en vacunas Vicente Larraga, que está desarrollando la vacuna española contra la Covid-1, indica que “hay un exceso de información. Los científicos hablamos y solemos decir cosas razonables, pero los que terminan la conversación son tertulianos, que no saben nada. Eso confunde a la gente. Hay un exceso de visibilidad. Muchas veces no refleja la peligrosidad real de un fármaco. Los hay mucho más peligrosos y la gente se los toma con una fruición que les falta mojar pan. La gente pregunta: ‘¿Qué me van a poner?’. Pues le vamos a poner una cosa que le va a salvar la vida, no va a ir a un hospital ni entrar en una UCI”. No puedo estar más de acuerdo. No podemos dejar el grave asunto de informar en una pandemia en manos de cualquiera. Se impone seguir a las fuentes oficiales.
El exceso de fuentes de información, el primer problema
La Organización Mundial de la Salud sí ha hecho sus deberes y nos ha dicho de forma clara, transparente y sin fisuras qué debemos hacer frente a la pandemia. En su página web podemos consultar cualquier duda, por lo que debería ser nuestra lectura de cabecera.
¿Cómo, entonces, hay tantas dudas y tanta desinformación? Porque en lugar de tener una sola fuente de información (o dos o tres), como vivimos en la sociedad de la información, tenemos cientos de ellas. Per se, insisto en el éxito del modelo.
El problema es la infoxicación por parte de tertulianos, que merecen todo nuestro respeto, pero que no son la fuente más fiable, junto a todo tipo de stakeholders, cada uno con sus intereses opuestos entre sí.
Si citamos de entre ellos a los más influyentes en su momento, hablemos del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, y sus consejos sobre el uso de la lejía, que provocó el ingreso hospitalario de más de cien personas. De nuevo una fuente oficial, la Agencia Española del Medicamento, tuvo que desmentir al ingenioso político. Si bien esta recomendación podríamos calificarla de broma, detrás de su insistencia en llamar al coronavirus “el virus chino” lleva aparejada una intención política más preocupante, y nada inocente.
La Unión Europea lucha contra la desinformación
En Europa ya no hay dudas de que la desinformación es un problema muy grave. Prueba de ello es que Bruselas ha implementado un plan para luchar contra las noticias falsas, que ha destapado el debate de la libertad de prensa. Dentro del mismo destaca su plan de acción contra la desinformación. Aquí se incluye una app llamada 1det2 para enseñar a los ciudadanos a reconocer las noticias falsas. Falta hace, si tenemos en cuenta que, según datos de la UE, para el 74% de los europeos y el 86% de los españoles las noticias falsas se han convertido en un problema para la democracia.
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