ARTÍCULO DE CRISTINA ROLDÁN VIVES (METRÓPOLIS COMUNICACIÓN) / En los objetivos de muchas compañías se menciona la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) como uno de los principios básicos de sus actuaciones y de su manera de proceder. Al mismo tiempo, es concebida por el grueso de la sociedad como la filosofía que toda empresa debería tener. Pero ¿qué sabemos realmente sobre esta política empresarial?
Por Cristina Roldán Vives, Directora de contenidos y coordinadora de Gabinetes de Metrópolis Comunicación. Octubre de 2020
El concepto fue introducido por la Comisión Europea en los años 90, con la finalidad de promover un modelo corporativo más próspero, responsable y social; una forma de operar que fuera más allá de la actividad comercial y que no se basara exclusivamente en la obtención de beneficios, sino que contemplara también la manera de generar un impacto positivo en el entorno en el que opera.
La Responsabilidad Social Corporativa conecta, por tanto, los intereses empresariales con las expectativas y las necesidades de la sociedad y el entorno en el que desarrollan su actividad, partiendo del hecho de que las empresas son agentes activos que deben realizar alguna aportación al medio al que se encuentran vinculadas y del que obtienen su beneficio.
Ser socialmente responsable se ha convertido en un reto por parte de muchas empresas, en la medida en que, más allá de la cuestión ética, supone una clara ventaja competitiva.
En primer lugar, contribuye a mejorar la imagen de marca y la visión que tienen de ella los usuarios y clientes habituales, que pueden conocer el nivel de compromiso social y ambiental de las empresas a través de varias herramientas.
Al mismo tiempo, la RSC se ha convertido en un condicionante imprescindible para potenciar y mejorar la gestión empresarial. Así, por ejemplo, cada vez son más los fondos de inversión que solo invierten en empresas que tengan un compromiso ético con la sociedad que se refleje, tanto en los productos o servicios que desarrolla, como en la política y relaciones que mantienen con sus trabajadores, proveedores y población, en general.
De acuerdo con el informe sobre el Impacto Social de las Empresas realizado por SERES Deloite, relativo a 2018, siete de cada 10 empresas pide a sus proveedores que cumplan con una serie de requisitos o condicionantes relacionados con su estrategia de responsabilidad social.
La COVID-19, una oportunidad de cambio
Más allá del desastre humano, sanitario y social que ha supuesto la crisis sanitaria provocada por la COVID-19, las corporaciones tienen en estos momentos una oportunidad única de mostrar su apoyo a la sociedad, de la que depende su subsistencia, y a los empleados que las sostienen, en un contexto que es extremadamente complicado para todos.
Un ejemplo claro lo tenemos en SEAT y su decisión de usar su infraestructura para construir respiradores en el momento de mayor saturación sanitaria, o Decathlon, que retiró sus máscaras de buceo para donarlas a hospitales y convertirlas, también, en respiradores.
Pero no hace falta irse a las grandes compañías para encontrar ejemplos de solidaridad. Varios restaurantes y tiendas de comestibles se pusieron manos a la obra para dar de comer a quienes menos tenían, al mismo tiempo que algunos hoteleros ponían sus alojamientos a disposición de los sanitarios que debían guardar cuarentena.
Pero ¿es esto verdaderamente Responsabilidad Social Corporativa? Sin duda es una manera rotunda de ganar reputación y darse a conocer como una empresa comprometida socialmente. Pero la RSC debe ir más allá de este tipo de acciones solidarias puntuales y convertirse en una estrategia empresarial que tenga un impacto real y continuado en el entorno, atendiendo las verdaderas necesidades sociales y medioambientales y las obligaciones éticas de la compañía.
En este sentido, cualquier implantación de una estrategia de RSC conlleva un análisis previo de la situación de partida, que permita conocer aspectos claves como la percepción que tiene la sociedad de la empresa, el modo de actuar de la competencia o los ámbitos en los que se quiere centrar la estrategia, en línea con los objetivos comerciales de la empresa.
Una comunicación eficaz
Igualmente es importante contar con un Plan de Comunicación que permita dar a conocer las acciones que se desarrollan, dando protagonismo a los beneficiarios y a las acciones de tipo social y/o medioambiental que se impulsan con ellas, no a la empresa en sí.
Hay que decidir qué acciones interesa comunicar y qué canales utilizamos para ello, teniendo especial cuidado de no convertir la RSC en una campaña de marketing para evitar que se vuelva en contra de la empresa y le reste reputación.
También es necesario potenciar la comunicación interna para involucrar a los trabajadores en el desarrollo de las acciones de RSC.
En Metrópolis Comunicación, empresa fundada por Santiago Pérez hace 25 años, disponemos de una amplia experiencia en el diseño de estrategias de comunicación que permiten potenciar la imagen de marca, dar a conocer las actuaciones y valores de una entidad y difundir los resultados obtenidos.
En definitiva, la Responsabilidad Social Corporativa ha venido para quedarse. El compromiso social de las empresas resulta, cada vez más, una condición imprescindible para garantizar su desarrollo. No solo ayuda a fidelizar trabajadores, a mejorar la imagen de la empresa o a recuperar la confianza de los consumidores y clientes, en el caso de haberla perdido, sino que se ha convertido en un requisito fundamental para acceder a determinados contratos o líneas de financiación.
Pero no vale con hacer un par de acciones puntuales. Es necesario desarrollar un programa de trabajo que abarque el mayor número de ámbitos posible, en línea con la estrategia de negocio, y que lleve aparejado un Plan de Comunicación específico y establecer herramientas o sistemas que permitan medir el impacto que tienen.