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Ideas (legales e ilegales) de Homer Simpson para domesticar al Cuarto Poder

REDACCIÓN Viernes 26 de octubre de 2018

En semanas anteriores hemos publicado dos capítulos del libro La empresa según Homer Simpson, escrito por Fernando Montero (asesor editorial de Top Comunicación) y Rafael Galán. Ahora os ofrecemos un nuevo capítulo (Ideas (legales e ilegales) para domesticar al Cuarto Poder) que tiene relación con el mundo de la comunicación y las relaciones públicas.

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A través de su web en la que denuncia escándalos y corrupciones, Homer Simpson se ha convertido en miembro destacadísimo del Cuarto Poder en Springfield. Y, dado su poder de influencia sobre el público y los consumidores, puede llegar a convertirse en una amenaza para los intereses de importantes grupos empresariales. En efecto, en el capítulo que estamos viendo, una extraña organización clandestina ve cómo una de sus noticias destapa la conspiración que ella misma ha puesto en marcha.

 

Curiosamente se trata de una de las noticias falsas que Homer se ha inventado (“Controlan nuestra mente por medio de la vacuna de la gripe’), pero que en realidad resultó ser verdadera. Esto hizo que esta siniestra empresa secuestrara a Homer y le llevara a una isla, que todos llaman La Isla, para quitarle de la circulación.

 

En La Isla, están también secuestrados un gran número de personas que están allí por diferentes motivos. No se hacen llamar por nombres, sino que todos tienen asignados un número. Desde ahora, Homer no se llamará Homer, sino Número 5. Allí entabla conversación con Número 6.

 

Número 5 (Homer): ¿Quién es toda esta gente tan estrafalaria?

Número 6: Nos tienen encerrados porque sabemos demasiado. Número 27 sabe cómo transformar el agua en gasolina. Número 12 conoce el secreto moral que se oculta bajo las pastillas de menta. Y yo inventé la bolsa de cacahuetes sin fondo.

 

En otra escena, el jefe de la organización secreta cuenta a Homer (perdón, a Número 5) por qué le tienen secuestrado en La Isla:

 

Jefe: Tu página web ha tropezado con nuestro plan secreto. Me refiero a la vacuna contra la gripe. Somos nosotros quienes le incorporamos aditivos para el control mental. Para provocar un consumismo compulsivo. Por eso la vacuna de la gripe se suministra antes de Navidad. Y no podemos consentir que tú lo eches a perder.

 

Homer logra escapar. Pero, de vuelva a Springfield, los malos le vuelven a capturar. Esta vez secuestra a toda la familia Simpson, que es trasladada de nuevo a La Isla. La Isla es un entorno paradisiaco, todo lleno de comodidades y donde los secuestrados pueden llevar una vida sin problemas ni dificultades. Y sin trabajar. En la última escena, se va Homer y Marge cómodamente tomando el té y encantados de la vida.

 

Esta última imagen puede ser una metáfora perfecta de cómo algunas grandes organizaciones (partidos políticos, empresas, grupos religiosos, etc.), conscientes del poder que tiene la prensa, intentan domesticarla para que se convierta en una aliada de sus intereses. Existen muchas formas de intentar controlar a la prensa. La vía más directa es entrar en su accionariado. Existen empresarios que compran medios de comunicación, no tanto como hacer negocio, sino para utilizarlos como plataformas de propaganda que impulsan sus intereses empresariales.

 

Otra vía, nada ética, consiste en utilizar las inserciones publicitarias que una empresa realiza en un medio como moneda de cambio para que éste, como contrapartida, publique determinadas informaciones que le benefician. Y luego están las acciones, más blanditas si se quiere, que consiste en intentar incidir sobre los periodistas que seleccionan lo que se publica y lo que no se publica en sus respectivos medios con una serie de prebendas más o menos camufladas. Algunas de estas acciones blandas son las siguientes:

 

  • Acompañar las notas de prensa que se envían a los redactores con un regalo, que tenga relación con la empresa que lo envía o no.

 

  • Invitar al periodista a un viaje, para que pueda presenciar un evento, visitar una fábrica o justificarlo con el motivo más peregrino.

 

  • Invitar al periodista a comer. Allí, además de noticias que el informador puede publicar, le hacen también (off the record, claro) alguna confidencia o le dan alguna información sensible para que el periodista esté al loro de lo que se cuece en su sector. ¡Lo importante y bien informado que se siente un periodista con estas informaciones… que no puede publicar! ¡Sencillamente absurdo!

 

  • Premios. Algunas marcas organizan anualmente galardones periodísticos que consisten en premiar los mejores artículos que se publican sobre determinados temas o determinados sectores. Suele tratarse de premios en metálico, algunos de ellos realmente suculentos. Al cabo de pocos años, casi todos los medios cuentan con un periodista que ha sido premiado, mientras decenas de ellos esperan que el próximo año sí les toque a ellos. Pero, por favor, ¿quién va a escribir mal de estas marcas?

 

Nosotros desaconsejamos todas estas acciones por cutres, por casposas y por faltas de ética. Sí defendemos, en cambio, la necesidad de que las empresas tengan una política de comunicación sana, limpia y eficaz. El mejor regalo que puede hacerle a los profesionales del periodismo (a los buenos profesionales, no a los estómagos agradecidos que se venden por un plato de lentejas) es ofrecerles información de calidad; ponerse al teléfono con rapidez cuando les llama el periodista, y ofrecerles ideas, buenas ideas para sus reportajes. Así de sencillo.

 

Como colofón a este tema, vamos también a glosar una parte del episodio ‘Pánico en la central nuclear’, que tratamos en parte en otro capítulo. En el mismo, Homer Simpson, de chiripa y sin tener ni idea, había apretado el botón correcto, con lo que salvó a la central nuclear, y a todo Springfield, de saltar por los aires.

 

El dueño de la central, Montgomery Burns, ante el pánico que se había creado había declarado en directo, en el programa de noticias de Kent Brockman, que todo estaba bajo control. Una vez superada ya la crisis, volvió a hacer una declaración por teléfono al canal de televisión.

 

Señor Burns: ¡Claro que lo hemos controlado! ¡No ha sido más que una falsa alarma! Un sencillo córvido  extraviado se había introducido en nuestro sistema de alerta.

 

Kent Brockman: Queda claro su punto de vista sobre la histeria colectiva. Como periodista, me comprometo desde ahora a ser menos vigilante y más confiado.

 

El Señor Burns, después de colgar el teléfono, le confía a su fiel Waylon Smithers.

 

Señor Burns: ¡Je, je, je! Mientras haya primos, seguiré haciendo negocio.

 

Una frase que habla por sí sola.

 

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