sábado, abril 20, 2024

Rosalía como fenómeno de comunicación. ¿Genio o monstruo?

ARTÍCULO PATROCINADO POR HALLON

Por Jose Manuel Hernando, Director Creativo Estratégico ATREVIA / 4 de mayo de 2022

Una turba enfervorecida, antorcha en mano, persigue a la asustada criatura por el bosque hasta lo alto de la montaña donde, con paso torpe pero seguro, se refugia en un destartalado molino. La cumbre de la creación producto de la ciencia y no de la magia tiembla ante lo único que le provoca más miedo que el rechazo: el fuego. Y allí fruto de la incomprensión y la intolerancia desaparece presa de las llamas el monstruo de Frankenstein, sin nombre ni apellido por no haber pasado de ser un objeto propiedad de su creador. Y aunque simbólica esta pira es real, pues las llamas purificadoras han sido y serán un clásico de la purga de lo distinto.

Cuento esto porque hace unas semanas me he sorprendido corriendo antorcha en mano tras el monstruo de Rosalía, sin apenas haberle dado la oportunidad de entender si es ruido sin nueces o genio sin botella. Mi escusa es que soy de la época de cuando los gigantes caminaban sobre la tierra y la referencia a los Zeppelin no es gratuita. Y es que es muy difícil conciliar el “hey ho let’s go” con el “tratra malamanete”, aunque también puede ser una cuestión de edad. La realidad es que cuando trabajas en comunicación y ves algo así que congrega más o menos por igual a lovers y haters, merece la pena darle una atenta mirada a ver qué ves. Así que veamos.

Yendo un poco más allá de alabanzas miméticas y crítica fácil, si analizamos a Rosalía como fenómeno de comunicación nos damos cuenta de que el suyo ni es el típico caso de llegar en el momento oportuno al lugar adecuado, ni se trata de un encadenado de golpes de suerte. Su bio está en todas partes y como la historia que la escriben los ganadores, hay coincidencia en lo de que su éxito estaba cantado y nunca mejor dicho. Pero, a toro pasado, es fácil aseverarlo. Dicen que la ciencia pelea con un brazo atado a la espalda y un poco ese es su caso, que tiene que demostrar que no está en el mismo paquete que el resto de paquetes con los que comparte estilo musical. Por eso tiene doble mérito, por serlo y por parecerlo. Porque sí, Rosalía es un producto, pero lo que le ha llevado ahí es puro marketing personal que merece ser analizado como lo que es: el fenómeno de una fenómeno.

Tomamos como referencia los clásicos de un buen comunicador. El primero es la perfección en el manejo del lenguaje verbal y no verbal, y en la famosa entrevista de Jaime Cantizano comprobamos cómo esa mezcla de dulzura y dureza, ingenuidad y sabiduría, mundanidad y divinidad, no es ni improvisada ni gratuita. Luego está lo del carisma, que lo derrocha a palas. Y lo de la autoconfianza que también, ya que actúa con la seguridad del que se sabe poseedor de la razón, porque su formación y gusto musical la avalan. Por supuesto es empática, atípica y simpática, nunca entra en provocaciones ni polémicas, y ante la más mínima incitación tira de sonrisa. Gestiona con maestría el ruido profesional y el silencio personal. Es humilde ante las alabanzas y didáctica ante la incomprensión. Quien trabaja con ella dice que es dura y exigente, perfeccionista e inconformista, derrochando también los principales atributos de un buen líder.

Y es que producto o no, hay que reconocer que como comunicadora de sí misma lo hace francamente bien. Dicen que visualizar tu destino es el primer paso para llegar y ella parece que desde sus inicios lo veía claro. El personaje que se ha creado para llegar solo es un vehículo, pero no ha peligro que le acabe devorando como ha pasado con compañero de profesión como Ozzy Osbourne o Alice Cooper porque personaje y persona son lo mismo. Lo que está claro es que se hablaba menos de Rosalía cuando empecé a escribir este artículo que cuando lo he termine. Y más que se hablará cuando se publique.

Y cierro confirmando, afirmando y reafirmándome que no me gusta Rosalía, que nunca me ha gustado y que no creo que me guste jamás, pero no amarla no me da derecho a odiarla. Y es que yo reconozco que como la inmensa mayoría de la población no entiendo de política, gastronomía, ni música, y aunque intento que no sea así, mis fobias suelen conducir mis filias, y al revés. Por eso en un caso como este tan flagrante como este en que hay talento, preparación y trabajo, abandono la turba de amantes y detractores y entro en mute admirándola como lo que es, una gran comunicadora de sí misma. ¡Tra tra!


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