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Para qué sirve el ‘pesimismo inteligente’ en comunicación

ROSA MATÍAS, DIRECTORA DE PROYECTOS DE WELLCOMM Jueves 1 de junio de 2017

Las ideas de la denominada ‘Psicología Positiva’ y las teorías del ‘Crecimiento Personal’ parecen invadirlo todo, de forma transversal, longitudinal y sagital. 

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A poco que accedas a cualquier red social resulta inevitable encontrar un inacabable océano de frases, citas y sentencias que tratarán de abducirte y arrastrarte hacia los inciertos territorios del optimismo a ultranza y de la negación de la adversidad. Hoy queremos darle la vuelta y hablar sobre el “pesimismo inteligente”.

 

La burbuja del ‘pensamiento positivo’ parece no tener límites y su expansión continúa avanzando, acompañada de una buena carga de superficialidad no exenta de irresponsabilidad ante las dificultades y frente a los titánicos esfuerzos que hoy conlleva abrirse paso y sobrevivir dentro del mercado de trabajo. En efecto, los miles de profesionales que hoy padecen insufribles penalidades para encontrar su lugar en el mundo merecen un poco más de respeto. Los mantras de Paulo Coelho y las letanías inconsistentes de otros autores dudosos representan un constante motivo para la irritación de quienes saben que el fundamentalismo optimista no es condición suficiente ni tan siquiera imprescindible para satisfacer los objetivos personales y profesionales. Y lo peor de todo es que los ‘muyahidines’ de la autoayuda invaden cada rincón de Titear, Facebook o LinkedIn, con sus fotos de florecitas y puestas de sol acompañadas de textos vacuos y pretendidamente grandilocuentes.

 

Por muchos que se empeñen los mercaderes de la autoayuda, las fuerzas del universo no tienen ninguna intención de conjurarse solo porque tú desees algo con fuerza, más que nada porque muchas otras personas están deseando con más fuerza lo contrario, en legítimo ejercicio de la competitividad profesional. Cuando el optimismo se fundamenta en el trabajo y en el ejercicio de la inteligencia puede ser muy útil. Por el contrario, cuando el optimismo es una actitud ‘folclórica’ y alocada solo puede traducirse en la deriva más irresponsable. Como decía Dwight Eisenhower, ‘el pesimismo no gano nunca una sola batalla’, al menos por sí mismo. Pero a ello tendríamos que añadir que el optimismo es estéril e inútil si no va unido a actitudes más consistentes y productivas. ¿Recuerdas el papel que tuvo el optimismo irresponsable y vacuo en los ‘años dorados’ de la burbuja inmobiliaria? Mejor olvidarlo…

Ventajas del pesimismo

 

Sin embargo, parece que todo el mundo ha olvidado de repente la función adaptativa del pesimismo y las innumerables ventajas del mismo, cuando se convierte en buenas prácticas de análisis y toma de decisiones. En la misma línea hay que subrayar que las emociones negativas, la tristeza, el enfado, la ira o el dolor también son herramientas que ayudan a las personas a ser conscientes de su realidad personal, social o profesional y nos aportan feedback para superar los retos cotidianos. Sin duda, los vaivenes reactivos en nuestro estado de ánimo sirven a las personas para adoptar decisiones fundamentadas en la realidad, conferirles la energía necesaria, ordenar las estrategias emocionales y mantener planes de acción cognitivamente coherentes.

 

Por ejemplo, el pesimismo inteligente y la ira moderada nos ayudan a concentrarnos, a mantenernos en tensión y aumentar nuestro rendimiento personal y profesional en aquellas ocasiones en las que se necesita un plus de atención y motivación, que no son pocas.

 

También hay que destacar que el pesimismo y los sentimientos razonablemente negativos funcionan como una poderosa vacuna, como un antídoto contra los despistes, la ingenuidad, la autocomplacencia y la relajación irresponsable. Por supuesto que el elogio debilita, pero el optimismo sin control puede dejarte totalmente indefenso.

 

Antídoto contra la vanidad

 

El pesimismo también funciona como remedio para contrarrestar la vanidad desmesurada y los egos hipertrofiados, con las consiguientes ventajas para la comunicación y el armonioso trabajo dentro de un equipo de trabajo u organización. En otras palabras, el pesimismo es amigo de la humildad y enemigo de la soberbia.

 

No pretendemos defender de forma injustificada el valor funcional del pesimismo y de las emociones negativas en el trabajo y en la vida. Si así lo hiciéramos caeríamos en el mismo fanatismo extra-científico en el que se mueven los gurús de la autoayuda y del crecimiento personal, pero en sentido contrario. Eso sí, no podemos olvidar que el pesimismo inteligente posee un valor adaptativo irrenunciable para la madurez y para el desarrollo personal y profesional.